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Intentando entender el presente con trozos de nuestro pasado

martes, 16 de abril de 2013

EL ORIGEN DE CAN RUTI


Hoy os copio y pego un texto tal y como lo podéis encontrar en la página del Hospital Germans Trias i Pujol, escrito por Josep Estruch i Traité, explica tan bien el origen de Can Ruti que ni me he molestado en buscar más información, me quedo con esta.


                                                     El Origen de Can Ruti

La tradición popular dice que un miembro de la familia Urrutia, seguramente Juan Urrutia, se encontró retenido en Barcelona durante el sitio de la guerra de 1714. Pero no sabemos por qué este personaje de origen vasco estaba en Cataluña en unas fechas tan inconvenientes. Por lo que parece, se ve que tenía un magnífico caballo de color blanco que también tuvo que pasar el asedio dentro de las murallas. El pobre animal, al cabo de tantos meses de inactividad, se ve que tenía ansia por estirar las patas y hacer ejercicio. Por eso su amo, después de que la ciudad cayera en manos del ejército español, aprovechó la primera oportunidad que tuvo para salir fuera de las murallas y dar rienda suelta a su corcel. Además, quizás por una necesidad elemental de huir de los tiempos de penuria y represión que tocaba sufrir, el hombre se prometió que, en donde parara el animal, él levantaría una casa.

  El caballo y el amo

 El caballo, que es un animal listo y cabal, seguramente también debía saber un poco de vasco e hizo caso al nombre de su amo, Urrutia, que en eusquera quiere decir "lejos". Por eso no frenó hasta después de haber corrido más de dos leguas de entonces, que son unos quince kilómetros de los de hoy, es decir, una distancia muy a propósito para la ocasión. Justo en aquel sitio había una casa de payés conocida como "el mas Viver". Esta masía estaba situada en lo alto de la montaña que separa los valles de Pomar, por levante, y de Canyet, por poniente, en Badalona. Fiel a su promesa y decidido a cambiar de aires, el señor Urrutia compró a Pere Viver la masía y las tierras de alrededor y se instaló él y la familia. Y aquí se acaba lo que dice la leyenda, que, como todas las leyendas, sirve para explicar o hacer que se entienda todo lo que no sabemos o que no entendemos de la historia real.

Ahora bien, sí que sabemos que el año 1727 Juan Urrutia rehizo la casa de arriba a abajo: tres plantas, tejado de cuatro vertientes, capilla al lado y una gran balsa, casi un estanque. También plantó, no uno, sino dos cipreses en la entrada, lo cual indicaba a los viajeros que la hospitalidad de la casa les ofrecía plato y cama durante unos cuantos días. También sabemos que la compra de la casa y de los terrenos era un hecho el 1743.


Seguramente, la familia Urrutia se debió integrar rápidamente en el pueblo y a la tierra, porque pronto la casa que se había llamado "mas Viver" empezó a ser llamada "ca n'Urrútia". Asimismo, el pueblo, a quien le gustan las cosas llanas, debía encontrar de entrada en este nombre de procedencia vasca la inconveniencia de las palabras esdrújulas, que, hasta cierto punto, el catalán ha ido esquivando siempre. Así que para huir de la esdrújula "Urrutia", la primera transformación que sufrió el nombre tenía que ser la desaparición de la vocal final. De forma que la gente enseguida se decantó por llamarla "ca'n Urruti". El siguiente paso, ya se ve, era inevitable, y el enmudecimiento de la "u" inicial debía ser inmediato. La evolución fue espontánea y muy rápida, porque ya del mismo siglo XVIII tenemos noticia que Pere "Ruti" artigaba los terrenos que rodeaban la casa.

Viñas y algarrobos

1930 foto de Josep de Cabanyes del Centre Excursionista de Catalunya



Seguramente debía plantar viñas y algarrobos, unos cultivos que en aquella época tenían mucha aceptación en Badalona. Y también aceitunos.

La familia Urrutia debió mantener la propiedad de can Ruti hasta bien entrado el siglo XIX, pero con el tiempo, casa y terrenos empezaron a cambiar de manos. A finales del siglo XIX, principios del XX, consta que eran propiedad de un tal Roquer. El año 1915 el amo era Josep Sens y el 40 Abdó Bordoy compró la finca. Hasta que finalmente todo fue a parar a la sanidad pública. Como decíamos, la evolución del nombre fue rápida, pero dejó raíces hondas. Así, cuando el destino sanitario desahució de can Ruti a sus últimos habitantes, Isidre Pons, el último de los caseros después de generaciones, compró un terreno cerca de donde había habido la masía, al pie del camino que llevaba a ella, y se construyó allí una casa. En la portalada, nostálgico, se hizo poner una inscripción que decía: "Can Ruti está aquí".

Con los años la casa de Isidre Pons ha quedado discreta y apartada, pero el nombre del antiguo can Ruti ha cogido más fuerza y ha cambiado de categoría. Ahora el "can" ya no sólo designa una casa: la "casa de Ruti", sino que ahora da nombre a toda una partida de terreno. Por eso, como que este "can" ya ha perdido su función inicial, conviene escribirlo en mayúscula: Can Ruti.

Toda la montaña

Así, hoy el topónimo Can Ruti designa las montañas que separan la parte alta de los valles de Canyet y de Pomar. En este lugar hay, claro está, el Hospital Universitari Germans Trias i Pujol, que pertenece al Institut Català de la Salut. Aquí es necesario aclarar que Can Ruti no designa al hospital, como si fuera un sobrenombre, sino que indica el lugar donde se encuentra. De hecho, Can Ruti, como nombre de lugar de una partida rural, sirve de dirección no sólo al hospital, sino también a otras instituciones que se encuentran en el mismo lugar: el Institut Guttmann, el Institut d'Investigació Sanitària Germans Trias i Pujol, el Institut de Medicina Predictiva i Personalitzada del càncer, una facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona, y la Residencia de Disminuidos Psíquicos Profundos Can Ruti. La universidad y el Institut Germans Trias ocupan hoy lo que en tiempos pasados habían sido las escuelas "Enric Borràs", "Julià Minguell" y "Planas i Casals", que formaban parte de un conjunto conocido por "las escuelas de Can Ruti".

Todo esto es hoy Can Ruti. Quizás no es ninguna historia de otro mundo, pero conocerla siempre ayuda a querer un poco más la tierra.

 


Josep Estruch i Traité
Comunicació i Imatge
Gerència Territorial Metropolitana Nord
Institut Català de la Salut