Joaquim Palay |
Hacía menos de tres meses que los municipios de Grácia, Sant Andreu del Palomar, Sant Martí de Provençals, Sants, Sant Gervasi de Cassoles y Les Corts se habían agregado al término municipal de Barcelona , que extendía así su hegemonía territorial desde el delta del Llobregat hasta el del Besòs. La población del gran municipio sumaba algo más de medio millón de habitantes.
Al otro lado del río, separada de Barcelona por el exiguo termino municipal de Sant Adrià, Badalona superaba los 18.000 habitantes. La capital catalana y la nueva ciudad estaban separadas por nueve kilómetros de camino de carro, “tranvia de foc” o ferrocarril, según los posibles del viajero. En función del medio de locomoción empleado se podía tardar medio día o media hora en recorrer dicha distancia.
Badalona era entonces (lo dice así el propio ministro Navarro Reverter) una ciudad de trabajo. Desde la segunda mitad del siglo, y gracias al ferrocarril inaugurado en 1848, se alzaron en la zona del litoral, en torno a la línea férrea, numerosas industrias que buscaron en Badalona el espacio del que ya carecía Barcelona. El litoral badalonés servía de prolongación de San Martí de Provençals (“el Manchester catalán” cuya columna vertebral era también el ferrocarril), pero Badalona albergaba una comunidad ciudadana con una historia y un tejido social autóctonos.
En aquellos años, San Martí tenía 340 contribuyentes de diversos oficios y más de mil fábricas. En Badalona había casi 450 contribuyentes de diversos oficios y no más de 150 industrias. Casi el 70% de éstas se empleaban en la producción textil y de alimentos. En cuanto a los oficios, Badalona no tenía nada que envidiar a Barcelona. El censo de profesionales liberales afincados en la ciudad en 1897, aun siendo menor que el de la capital catalana, no era despreciable; había, entre otros, dos abogados, dos cirujanos, un ingeniero, 14 médicos y “un corresponsal de diarios nacionales y extranjeros”.
Desde la primera mitad del siglo XIX la población de Badalona crecía paulatinamente. Sólo en los años sesenta de nuestro siglo esta localidad crecería en una proporción similar a expensas de los inmigrantes. En el siglo pasado también los había, se trataba, sobre todo, de habitantes de otras poblaciones catalanas, predominantemente agrarias y en especial del sur, “los canareus” de Alcanar eran muy abundantes, que venían a Badalona para emplearse en sus fábricas. En poco más de 50 años, de 1846 a 1897, Badalona había multiplicado por 3 su población.
Pero estos rasgos autóctonos que le valieron a Badalona el rango de ciudad no pueden ocultar el hecho de que su desarrollo se produjo en realidad gracias a la capital que se extendía al otro lado del Besòs. La mayoría de las familias propietarias de las fábricas que se alzaron en Badalona gastaban sus beneficios en el paseo de Gràcia de Barcelona y sus novísimas casas se alzaban en la cuadrícula del Eixample. Así lo hicieron los Montal o los Bosch, por citar dos ejemplos.
Vinculada a Barcelona
Otro dato a todas luces revelador: las industrias que fabricaban en Badalona exhibían en su publicidad el mismo reclamo, fábrica en Badalona, despacho en Barcelona. Incluso el propio reconocimiento de Badalona como ciudad está vinculado a la capital catalana. Tal vez, si un burgués de Barcelona, el banquero Evaristo Arnús, no hubiese construido su finca de reposo en Badalona, el título de ciudad hubiese tardado más años en llegar. Uno de los hechos claves que favorecieron la firma del real decreto de julio de 1897 fue que la reina regente María Cristina en persona había estado en Badalona en 1888, de visita en la finca de los Arnús. La acompañó en aquella ocasión Práxedes Mateo Sagasta.
Con todo, sin lugar a dudas, el personaje clave en la atribución del rango de ciudad fue el ministro Navarro Reverter, quien el 15 de junio de 1897 realizó una visita a Badalona. Lo acompañaba un extenso séquito en el que figuraban algunos personajes realmente influyentes en el régimen como el diputado Puig Valls. Él expresó en aquel acto la conveniencia de que Badalona fuera reconocida como ciudad. El ministro concluyó su discurso de réplica con la frase: “¡Viva la futura ciudad de Badalona!”. Y así fue. Dos semanas después tras recibirse la noticia del real decreto, las campanas del municipio repicaron para festejarlo. A los pobres se les dio aquel día pan, carne y arroz.
Jaume V.Aroca
Hemeroteca de la Vanguardia del 27-4-97
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