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Intentando entender el presente con trozos de nuestro pasado

martes, 13 de marzo de 2012

El ciclón de Badalona

 De vez en cuando la madre naturaleza nos da un susto, y este fue de los gordos,  por aquel entonces no habían oído hablar del cambio climático



15 de Junio de 1892

La tempestad
A las tres y veinticinco minutos de la tarde estaba cubierto el cielo por densos nubarrones sobre la inmediata villa de Badalona. Amagaba una gran tempestad. Tanto debía conocerse, por el  aspecto de la atmósfera, que el secretario del ayuntamiento ha subido a la miranda de las casas consistoriales y ha visto que, efectivamente, una gran tempestad se acercaba con la velocidad máxima de esa clase de fenómenos meteorológicos por la parte del Mas-Ram. Cuatro minutos después las primeras ráfagas de un vendaval furioso soplaban sobre Badalona, y como primer saludo arrancaban de cuajo cuantas puertas, ventanas, chimeneas, rótulos, aleros de tejado, cornisas, palomares, encontraban a su paso.
La tempestad venia del Noroeste a Sudoeste y abrazaba una extensión de cerca de un kilómetro. El ruido que producía aquellas ráfagas violentísimas al chocar contra los obstáculos que encontraban y el que producían aquellos obstáculos al caer derribados por la fuerza de la tempestad que se anunciaba por medio tan tremendo, llenaban de terror al vecindario que se encerró en sus viviendas y oía aterrorizado como los estallidos se sucedían uno a otro y las paredes se desplomaban y sonaban los gritos de angustia de las víctimas que producía.
Aquella escena duró breves minutos, a lo sumo cinco. Aquel breve espacio de tiempo había bastado para derribar multitud de construcciones, para producir muchas desgracias y para asumir en la miseria a muchas familias. No se dieron cuenta los habitantes de Badalona de la inmensidad del daño, hasta que cesada la lluvia torrencial que sucedió al huracán pudieron salir de sus viviendas y ver por sus propios ojos los destrozos todos que la tempestad había producido.
Los primeros se advertían después de haber atravesado el Besós. Árboles corpulentos  quedaban arrancados de cuajo, otros tirados en medio de la carretera estaban rotos como por hacha gigantesca, que de un sólo golpe los hubiera abatido. Avanzando más hacia la población y mirando hacia Oriente se advertían varias casas destechadas; algunas chimeneas rotas y otras que despojabas de su envoltura de ladrillo mostraban sólo su  esqueleto de hierro inclinado, retorcido y próximo a desplomarse. Se avanzaba más y en las Casas Consistoriales se veían dos ventanas huérfanas de sus persianas que habían volado en distintas direcciones. Enfrente de ellas la casa de un alpargatero mostraba su cornisa completamente rota, cuyos despojos campeaban en mitad de la plazoleta. Más allá, en el patio de un ebanista de la calle de la calle del Mar, se veía gran trozo de la cubierta de zinc del inmediato teatro Español. Las mesas del café de este establecimiento que se hallaban emplazadas en una terraza del segundo piso, a pesar de ser de mármol y de hierro, saltaron dando tumbos hasta los patios y jardines de las casas vecinas. Una miranda que se estaba construyendo en la misma manzana de dicho teatro, se derrumbó con terrible estrépito sobre el tejado e la casa del al lado, hundiéndolo con estrépito y produciendo contusiones de consideración a dos hombres que se hallaban en aquella casa . Algunos faroles de la calle del Mar arrancados por la fuerza del vendaval, estaban tirados veinte o treinta pasos más allá, algunos habían desaparecido sin que nadie supiera donde fueron a parar; todos ellos sin excepción, así los derribados como los que quedaron en pié, estaban huérfanos de cristales lo mismo que la mayor parte de las habitaciones altas de dicha calle.




EN LA RAMBLA DE BADALONA
Donde los destrozos del temporal han sido verdaderamente horribles es en la Rambla del Mar, que corre a lo largo de la playa de Badalona. La tempestad que venía, como dijimos, de norte a sud, parecía tener inclinación de alto a bajo, es decir, que trayendo su origen desde lejos había salvado las montañas que ciñen el ancho anfiteatro que forma el llano de Barcelona, y tocando de refilón los puntos altos de la villa, se había abatido de lleno sobre la parte baja, tirando, rompiendo y desbaratando cuanto hallaba a su paso.
En aquel sitio de Badalona es dónde se hallan emplazadas todas las fábricas importantes de dicha villa, exceptuando la fábrica de cristal que se halla en distinto sitio.


LA REFINERIA DE PETROLEO DE LOS SEÑORES DEUTSCH Y Cª

No hemos penetrado dentro de ella porque se nos ha dicho que los desperfectos en el interior no eran de consideración. Sin embargo, en lo exterior el aspecto que presentaba el vasto edificio era tristísimo. La techumbre, casi por entero, había desaparecido. Las tejas arrancadas por la fuerza del huracán habían ido a parar al mar. La cerca que ciñe el edificio de ladrillo de plano tenía anchas brechas que patentizaban la fuerza del viento. De toda la cubierta del edificio, escueta, desnuda, negruzca, sólo parecían las armaduras de madera rotas también y retorcidas y amenazando ruina.

FÁBRICA DE ALQUITRÁN
Dicha fábrica, propiedad de don Juan Ferrer y Vidal, mostraba iguales o parecidos desperfectos que la refinería de al lado. El mismo efecto presentaba la techumbre, iguales boquetes las paredes, y también se hallaba lleno de escombros todo el terreno que circunda aquel edificio.

LA FÁBRICA DEL CHAROL
Este edificio, que se halla emplazado enfrente de los que acabamos de citar, a mano derecha de la Rambla mirando hacía Barcelona, propiedad de Mr. Charles Le Boeuf, tiene igualmente rota la pared de cerca por distintos sitios, levantada al techumbre, arrancadas de cuajo las fallebas de las ventanas, y presenta a pesar de hallarse revocada de nuevo o ser de moderna construcción, un aspecto ruinoso, pues allí donde acaban los boquetes abiertos por la tempestad, se advierten anchas grietas abiertas en los muros. Muchos árboles, arbustos y plantas que hay en el jardín de esa propiedad se hallan derribados, tronchados o destrozados por la tempestad. Los desperfectos ocasionados por el temporal en esta fábrica son de consideración.

EN LA FÁBRICA DE GALLETAS

Esta es una de las que más han sufrido en dicho pueblo. Es propiedad de los Señores Viuda de Palay e hijos. Aquí ha habido verdaderos destrozos. Parte de la cornisa del edificio ha caído sobre otro cuerpo saliente hundiéndolo por completo y causando la muerte de uno de los operarios que ha quedado con la cabeza completamente destrozada, hundiendo el tórax, y rotos los muslos y las piernas. El infeliz ha debido morir sin advertirlo siquiera: tal ha quedado el destrozado y cubierto por los escombros. El techo del citado edificio se ha hundido casi por completo, y muchos de sus despojos han ido a parar a la vía del ferrocarril llenándola de cascajo y maderos.


LA REFINERÍA DE AZÚCARES

Nadie pensará viendo desde la vía férrea una estiva enorme de sacos de azúcar, y sobre de ella multitud de hombres que trabajaban en quitar los escombros de que estaba cubierta y las paredes derribadas que circundaban aquella estiva, que allí había habido un edificio de reciente construcción rodeado de árboles y adecuado al destino que tenía. Bajando hacía Barcelona se veía, como decimos, alta estiva de sacos de azúcar de color parduzco y rezumando agua. A su pié, y tapando su base, un montón informe de maderas, ladrillo y cascajos. El ciclón había derribado en dos minutos las paredes que eran fuertes y resistentes, hecho desaparecer el tejado, roto los árboles y llenado de escombros el terreno lindante. Esos escombros habían también destrozado parte de la maquinaria que allí hay para la refinación de azúcar.
Los destrozos, como puede comprenderse son grandes y tardarán mucho tiempo en ser reemplazados por completo porque el ímpetu del temporal ha derribado cuando menos la mitad del edificio.
Enfrente de él se advierte la casilla destrozada de uno de los guarda agujas de la estación de Badalona que ha ido a parar allí después de haber recorrido por lo menos un espacio de 250 metros, trecho enorme si se tiene en cuenta el peso del armatoste.
Cerca de esa  casilla se ven así mismo grandes trozos de zinc, que cuando nosotros pasamos por allí, no se sabía todavía de donde procedía. Eran indudablemente despojos de algún otro edificio que había padecido así mismo los efectos de la tempestad.

LA FÁBRICA DEL ANÍS EL MONO

Están de pésame los adeptos a Baco, La destilería de aguardientes de los señores Bosch y Cª, donde se elabora el renombrado anís, ha padecido también muchísimo los efectos de la tempestad. Es probable que no pueda reanudar sus habituales tareas hasta pasados unos días, pues los destrozos que a simple vista se advierten son grandes. Una de las chimeneas está destrozada en su parte alta, y la planta baja del edificio tiene también numerosas brechas que atestiguan la violencia del meteoro.

 EN LA FÁBRICA DE CURTIDOS

También de resultas de la tempestad ha habido grandes destrozos en esa fábrica situada más allá de la de charoles. Iguales o parecidos son a los que presentan las demás fábricas emplazadas junto a la playa. Los techos destrozados y las paredes cuarteadas y rotas a trechos.

WAGÓN VOLCADO

Casi enfrente de dicha fábrica y allí donde termina la doble vía del ferrocarril, había un wagón de mercancías caído en un profundo bache lleno de agua y algo inclinado sobre su costado. Mostraba una de sus puertas entreabierta. Bajo aquel wagón es donde ha encontrado muerte otra de las víctimas de esta fatídica víspera del Corpus. Una mancha sanguinolenta y una masa bulbosa adherida a una esquirla de hueso advertía el lugar de la catástrofe. El que allí buscara refugio contra la tempestad halló junto a aquellas tablas, la muerte que quería evitar. Fuera quizás hacia la playa y aquel hijo del mar quedara salvado.

EN LA FÁBRICA DE PRODUCTOS QUÍMICOS

Si acertáramos a pintar exactamente la impresión que produce el aspecto que después de la tempestad presenta esa que fue en Cataluña modelo de fábricas de productos químicos, obra predilecta de su fundador don Amadeo Cros, de fijo que aquellos que leyeran estas líneas, creerían que abusamos de la hipérbole o que la descripción que hacemos era hija de una imaginación calenturienta.
Desde el exterior no se advierten de los destrozos interiores más que dos chimeneas truncadas y algunas techumbres sin tejas.
Al penetrar en el vasto recinto de la fábrica la impresión es desconsoladora. A mano derecha un montón enorme, inacabable de ruinas donde en confusa mescolanza se advierten barriles de todos los tamaños y colores, bombonas de toda suerte, maderos, ladrillos, tejas y dominando aquel conjunto algunos pies derechos que se mantienen aún de pié advierten que los destrozos han sido allí horribles.  Aquellos montones de ruinas son los restos de vastísimos almacenes que en su interior encerraban productos ya prestos a ser librados al consumo público.
Enfrente se ve una garita de recia madera arrancada de cuajo de su base de mampostería y a su alrededor latas de petróleo destrozadas, tubos rotos, latas de alcohol y otra multitud de envases conteniendo diversos líquidos que empapaban el suelo.
Más a lo lejos en la ancha explanada, junto a unos montones de carbón de piedra había dos enormes calderas cilíndricas de muchas toneladas de peso que a impulsos del ciclón habían corrido más de treinta y cinco metros.
Detrás de esos montones de carbón todos los almacenes adosados a la cerca de cierre por el lado del mar tenían rotas las techumbres, grandes brechas en las paredes y presentaban un aspecto ruinoso del tal modo lamentable que parecía que por allí antes que la de la tempestad hubiera pasado la mano demoledora e implacable del tiempo. En su interior había infinidad de sacos de minio, de sal sosa y de otros ingredientes que sirven para la fabricación y que con el chubasco que ha caído después del huracán han quedado convertidos en pasta informe, inútil para el uso al que se destinaba. Sobre todas as ruinas de aquel lado se destacaba negruzca  y escueta la armadura de una chimenea a la que se ha debido poner después des desastre un tirante de hierro para que no se viniera al suelo.
Emilio Bofill, empleado de la casa que fue quien nos acompañó entre aquellos escombros, nos guió hacia la derecha. Desde allí se advertía densa humareda. Avanzamos por entre las ruinas entre la atmósfera punto menos que irrespirable por los gases que se desprendían de los grandes depósitos de ácido clorídico, sulfúrico y nítrico que, rotos por el empuje del viento, habían dejado verter su contenido que formaba verdaderos lagos que representaban una fortuna perdida
Y una muerte cierta para aquel que sin advertir el riesgo cruzara por entre aquel líquido. Del oscuro antro que formaba una de las naves que cubría los depósitos, surgía un ruido de líquido cayendo desde lo alto. Miramos con precaución. Por una abertura hecha en el denso plomo, brotaba un chorro grueso y continuo de humeante líquido. Era de ácido sulfúrico de sesenta y dos a sesenta y seis grados, que llenaba de vapores mefíticos la atmósfera. Caía aquel líquido sobre las ruinas, produciendo densa humareda. Allí cerca quedaban derrumbadas las grandes masas de plomo de un centímetro de espesor que habían formado los depósitos de aquellos ácidos. Penetramos bajo aquellas negras bobedades, salvando lo mejor que pudimos los arroyos que corrían a nuestros pies y que nos hubieran abrasado de pisarlos. Goteaba desde lo alto lluvia persistente y fina que penetraba sin obstáculo por entre la armadura del techo. Del suelo se desprendía un vapor sofocante, y cuando avanzando más llegamos al sitio donde estaban aún encendidos los hornos, pisando siempre escombros, el calor se hizo insoportable y temimos que el fuego que se había declarado allí pocos minutos antes adquiriera cuerpo y amenazara de nuevo con otra catástrofe. En un rincón yacía ancho tubo de hierro de cuya boca se escapaba silbante chorro enorme de vapor. Era todo lo que quedaba de una máquina que costaba miles de duros y que sirvió para la producción de aquellos ácidos.
Los hornos que silenciosamente ardían sin que ninguna mano los alimentara representaban una pérdida considerable añadida a las demás. Para que vuelvan a funcionar aquellos hornos con el calor debido, serán precisos muchos días y muchos gastos.
Salimos de allí y ante nosotros aparecieron más y más ruinas. Dos altas chimeneas se habían venido al suelo y obstruían con sus despojos la ancha calle que se abre entre dos series de construcciones que allí se levantaban y que ahora están medio derribadas. Cientos de bombonas de ácido sulfúrico, acético, muriático y nítrico, rotas unas, completamente destrozadas otras, ninguna entera, exhalando todas penetrantes vapores, patentizaban la extensión del desastre. Barricas desfondadas, barriles rotos, cajas destrozadas, acababan de dar tonos desolados a aquella ruina inmensa de la que nadie puede formarse idea como no la haya visto.
Nada en aquel recinto amplísimo estaba entero. La potente máquina de vapor ha quedado paralizada, y el cuarto de máquinas presenta un aspecto lamentable y el vez de relucir el hierro y el latón, de correr las trasmisiones, de moverse las dentadas ruedas y voltear el volante, solo se ven allí piezas de armadura ennegrecidas y retorcidas y el silencio que sigue a los grandes desastres.
En la fábrica de Don Amadeo Cros trabajaban noventa y dos operarios. Algunos de ellos han salido contusos por la caída de tejas y maderas. Ninguno, afortunadamente, ha recibido daño mayor. Uno de los obreros que en los primeros momentos, presa de invencible pánico corrió hacía la puerta que da al mar, el vendaval le tiró a cuatro o cinco metros de distancia sin que recibiera lesiones graves. Los otros se resguardaron como pudieron de la caída continua de escombros, y algunos salieron hacia la playa para evitar el peligro, siendo milagroso y casi inexplicable que no encontraran la muerte muchos de ellos, en aquellas imponentes ruinas.
No creemos exagerar si decimos que las pérdidas ascienden a un millón y pico de pesetas y que los desperfectos tardarán cinco o seis meses en estar por completo reparados.
Al tener noticia del desastre Don Amadeo Cros se dirigió a su fábrica y lo primero que hizo fue enterarse de si había ocurrido alguna desgracia personal. Sabedor de que no era así, dijo:
-Me alegro de que ninguno de los obreros se haya producido grave daño. Lo demás que con dinero puede repararse, es de sentir, pero no es irreparable.
Una comisión del ayuntamiento estuvo en la fábrica del señor Cros para ver si era preciso dar algún socorro o prestar alguna asistencia.
Hemos visto muchos desastres de edificios; muchos incendios que han arruinado grandes construcciones; nunca como ayer tarde, habíamos presenciado un espectáculo tan tristemente grandioso e impotente como el que ofrecían aquellas construcciones, de pié momentos antes y derribadas, rotas, maltrechas en breves minutos por el viento de tempestad que sopló ayer sobre Badalona.




 LOS MUERTOS

Han sido tres. De dos de ellos hemos dado cuenta, De uno que ha muerto en la fábrica de la Viuda Palay y otro en el Wagón.
El tercero ha muerto junto a una pared de la rambla del mar en donde se había adosado para resguardarse del huracán. La pared ha cedido al ímpetu del viento; se ha derrumbado, y el hombre ha muerto.
El del wagón se llamaba J.B. (a) Gallina, el de la fábrica de galletas Juan Teixidor, el que ha perecido aplastado por la pared era conocido por el Noy de la Bel.


LOS HERIDOS
Según nos ha dicho el secretario del ayuntamiento, entre leves y graves son diez y ocho. Seis de ellos de alguna gravedad,  aunque su estado no ofrece peligro.
Tanto el alcalde como los concejales han rivalizado en celo dictando oportunas medidas para aminorar en lo posible los efectos del desastre.
A última hora se nos dice que conducto autorizado que el señor Alcalde ha mandado suspender los preparativos para la procesión del Corpus. No ha querido, con muy buen acuerdo, que a un día tan luctuosos, siguiera, a lo  menos oficialmente, otro de regocijo,
                                                                                                                         A. Riera
Hemeroteca de la Vanguardia


La Cros

1 comentario:

  1. No va ser ni cap cicló ni cap huracà: va ser un tornado (de categoria F2 a l'escala Fujita, amb vents de 180-250km/h). No és un fenomen massa habitual al nostre país, però cada any se'n rpodueix algun i, per desgràcia, aquell ens tocà nosaltres. Va ser dels més forts que s'han registrat a Catalunya.

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